Resulta paradójico encontrar a Humberto Rivas (Buenos Aires, Argentina, 1937) como representante tanto de la fotografía argentina como de la española, pero esta disputa solo corrobora el valor de una obra que –como la de todos los grandes artistas- está por encima de cualquier frontera.
Cuando Rivas llegó a Barcelona, en 1976, un año después de la muerte de Franco, España vivía la transición hacia una democracia sumergida en una incertidumbre política, económica y social, contrapuesta a la progresiva efervescencia cultural del momento. En el ámbito fotográfico, el movimiento de artistas aglutinados en torno a la revista madrileña Nueva Lente entraba ya en crisis: las posiciones estéticas e ideológicas más vanguardistas, la experimentación, el recurso a la ironía, la banalización de lo cotidiano, la desautorización de la fotografía como fiel reflejo de la realidad, habían sido sus elementos discursivos más característicos.
En este contexto, el trabajo de Rivas llegó como un soplo de aire fresco. Después de un periodo de rechazo del realismo fotográfico y de hegemonía de las técnicas de manipulado, Rivas proponía regresar a un respeto absoluto por la presentación pura y directa de la realidad. Escudriñar los íntimos detalles de las cosas, sus formas y texturas más sutiles, era (y sigue siendo) una forma de poner la cámara al servicio de su propia subjetividad, aportando la quintaesencia de la tradición documental tan implantada en la fotografía latinoamericana.
Poco a poco, su trabajo se fue consolidando como paradigma de sobriedad y sencillez, apostando por la fuerza estética desde la serenidad y el equilibrio. Tras la templanza de sus imágenes, hay una lucha por el dominio, por la posesión del objeto: “en un retrato, los dos, fotógrafo y fotografiado, se pelean por ganar. Y la fotografía funciona cuando gana el fotógrafo”.
Los retratos y los paisajes constituyen sus géneros mayoritarios, con una preocupación obsesiva por el tiempo. Pero no por la memoria o el recuerdo, por lo que hay de conservación en lo primero y de destrucción en lo segundo, sino por un pasaje de ciclos vitales. Un paisaje de transformaciones. Sus retratos se exhiben sin fondos denotativos. Así como en sus fotografías de construcciones existe una presencia del territorio, en los retratos, el lugar aparece como abolido. A no ser que consideremos el cuerpo, el rostro, como territorios.
La fotografía de Rivas se dirige hacia el despojamiento, hacia una desfabricación de la realidad. Hay una serenidad clásica en su manera de ver. No formalista o preciosista; para Rivas el estilo viene determinado por el punto de vista. Al igual que Man Ray, su intención es distraer la atención de la destreza manual para que la idea se imponga, para que el observador no se quede con el cómo, sino con el porqué.
La demolición, el cambio, la permanencia. Farolas encendidas en la incierta luz del crepúsculo. ¿Es el alba o el ocaso?, ¿el principio o el término? Técnicamente, la luz del crepúsculo alarga las sombras y añade dramatismo a la escena, pero ¿qué importancia tiene esto, si lo que el ojo percibe es la luz que se proyecta sobre lo que está, sin definir un comienzo o un fin?
El fotógrafo no se pronuncia. Tan solo retrata la ambigüedad del tiempo, del género, de la identidad. “Frente a un paisaje o un retrato, o lo que sea, yo no puedo ni quiero ser objetivo”. Sus fotografías no invitan a la mirada, sino a la contemplación. La mirada puede ser ausente y ruidosa; en cambio, la contemplación exige recogimiento y reflexión.
La llegada de Humberto Rivas a Barcelona en 1976, procedente de su Argentina natal, donde se empezaba a vivir el ambiente de violencia y desapariciones, marcará un antes y un después en la fotografía de creación en Cataluña y, posteriormente, en el resto del país. Desde su llegada empieza a relacionase con el mundo de la fotografía y sus protagonistas: Xavier Miserachs, Toni Catany, Joan Fontcuberta, Pere Formiguera, Manel Esclusa y otros miembros de la generación de los años setenta, para quien Rivas era un referente. No obstante, aún actualmente los nuevos fotógrafos emergentes siguen teniendo a Humberto Rivas como maestro y su fotografía, intensa, potente y capaz de desnudar con un minimalismo radical estas sensaciones, es también un referente para las generaciones actuales de fotógrafos.
Fecha: Del 14 de noviembre de 2006 al 18 de febrero de 2007
Lugar: MNAC Museu Nacional d’Art de Catalunya, C/ Mirador Palau Nacional 6, 08038 Barcelona (mapa)
Precio: Pago