Artur Ramon Espai d’Art inaugura el próximo jueves 30 enero a las 19h la exposición «Giambattista Piranesi – Humberto Rivas. Grabados y fotografías».
La muestra relaciona las creaciones de Piranesi con las enigmáticas fotografías de Humberto Rivas. Más allá de las analogías formales que se pueden establecer entre estos dos maestros de la obra en blanco y negro —sobre papel grabado y fotografía, o viceversa—, existe un trasfondo similar: la ensoñación por la ruina, por el tiempo transcurrido, la melancolía que envuelve las vidas ya existidas. Ambos artistas se mueven con poética soltura en el fragmento para plasmar un tiempo de frontera, donde un mundo se desvanece y otro aún está por llegar. Giovanni Battista Piranesi (Mogliano Veneto, Treviso, 1720–Roma, 1778) vivió los últimos ecos del Rococó pero ya pertenecía de lleno al mundo neoclásico. Combinaba como nadie la rocalla con el capitel, y ese carácter bipolar le llevaba a defender con romántica vehemencia sus postulados sobre algo tan serio como el origen de la Antigüedad clásica. Vistos hoy, sus argumentos resultan cómicos, ya que situaba el primer eslabón del mundo en Roma, negando y borrando así de un plumazo la existencia de los etruscos y, sobre todo, de los griegos.
Casi con fiebre romántica y envuelto en vapores de opio, Piranesi trabajaba incansablemente, escarbando con el buril en la plancha de cobre para erigir castillos de tinta en papel verjurado. Un titán que creó una cartografía, un atlas, como pudimos ver recientemente en la muestra monográfica que le dedicó la Biblioteca Nacional de Madrid. Sus vistas de Roma eran las postales que los primeros turistas se llevaban de la ciudad, como hoy nosotros compramos imanes para la nevera. Algunos que solo habían conocido Roma a través de aquellas imágenes se sentían frustrados al contrastar el ideal grabado con la cruda realidad, ya que la escala de Piranesi es exagerada, pues trata de resaltar la grandiosidad de la arquitectura y los monumentos de la ciudad del Tíber. Si contemplamos cualquier vista romana de Piranesi observamos que sus personajes parecen hormigas, mientras que la vegetación crece enredada en edificios antiguos abandonados que se imponen como colosos. Casi siempre Piranesi exagera, pero de su negro cerebro —una expresión afortunada de Marguerite Yourcenar—, negro, sí, y fecundo, brotan formas para narrar su presente con la mirada puesta en el retrovisor del pasado.
Lo que hoy nos fascina de Piranesi es esa yuxtaposición de épocas que cristaliza en su obra y la hace eterna, despojada de tiempo. Algo similar nos pasa con las fotografías de Humberto Rivas (Buenos Aires, 1937–Barcelona, 2009), que son retratos de edificios sin presencia humana, objetos tocados por la luz. Piranesi también sabe jugar con la tinta y el blanco del papel para iluminar sus vistas, y nos brinda paisajes en claroscuro como solo Rembrandt y más tarde Fortuny fueron capaces de lograr. Reunir a ambos artistas en esta muestra es una feliz idea.
Fecha: Del 30 de enero al 24 de abril de 2020
Lugar: Artur Ramon Espai d’Art, C/ Bailén 19, 08010 Barcelona (mapa)
Precio: Entrada gratuita


El trabajo de Riquelme, centrado en la poética de las emociones, hasta ahora se ha caracterizado por ser de pequeñas dimensiones forzando al espectador a una aproximación más íntima con cada una de las obras. Ahora hace un salto a piezas de más tamaño y pone un énfasis especial en el montaje y en el papel que el espacio expositivo debe jugar en la percepción del público. Manteniendo siempre el blanco y negro como herramienta de expresión, el negro en este caso adquiere una presencia principal y es el centro de una propuesta que busca penetrar en la parte más profunda que habita dentro de cada uno de nosotros.
«Purple Place» proposa que la imatge, la música i el so ens traslladin a una atmosfera des d’on apel·lar a l’esforç constant per trobar un lloc on sentir-nos còmodes, on saber-nos acceptats i naturalment integrats en un univers de formes i corporeïtats possibles.
Lo que hace su fotografía tan valiosa, tan interesante, es su atención al mundo real y próximo en el que ha desarrollado toda su extensa carrera. La aparente contradicción que podría sugerir los drásticos cambios de tema o el cambio del blanco y negro al color desaparecen cuando analizamos su obra y descubrimos la sólida coherencia que la atraviesa, en la que la innovación, la inteligencia para ver posibilidades donde aparentemente no las había y la pasión por el medio, conforman una de las obras más potentes e importantes de la fotografía española en las últimas décadas. Pérez Siquier no es un fotógrafo que mire a uno y otro lado permanentemente, él va conformando su propio mundo sin pretender aproximarse a un modelo conocido, paso a paso, creando una obra compacta en continua evolución, un mundo original, extraordinario, local, pequeño, reducido, y universal al mismo tiempo, que ha dado sentido a su vida.
«Huellas» va ser realitat entre el 1995 i el 2005, les fotografies articulen un projecte complex, ja que, en un període de deu anys, l’autor va rastrejar la geografia cercant escenaris i individus vinculats, d’una manera o d’una altra, a la Guerra Civil. Terol, Belchite, Corbera d’Ebre, Figueres, Barcelona… Però també la Montserrat, la Filo, l’Encarnación, el José María o l’Eduardo. Imatges que posen noms i cares a unes veritats que indefectiblement el pas del temps esborrarà. Tant si es tracta de rostres de persones com de runes o façanes, les fotografies ens despleguen un paisatge essencial fet d’absències i temps acumulat. La mirada silenciosa dels individus i l’obsolescència dels objectes evoquen la memòria callada.
Las fotografías en blanco y negro de Chema Madoz se caracterizan por su limpieza y finura. En ellas, aparecen objetos sencillos de la vida cotidiana que el fotógrafo ha manipulado, a menudo combinando dos diferentes, buscando asociaciones o paradojas. Estas esculturas creadas por el artista nacen solamente para ser fotografiadas, siempre con luz natural. El cambio de escala y la eliminación del color permiten establecer una distancia y a la vez distorsionar la realidad, poniendo en duda ideas como la de lo verdadero y la de lo posible.
La pausa permet descansar i ens dona el temps necessari per reflexionar, o simplement estar, mirar, somiar… En aquesta exposició l’autora ens mostra l’art de la pausa, com una contemplació a si mateixa i una trobada de sensibilitats entre l’espai retratat i els seus habitants silenciosos. Espais de colors, llums i ombres, de colors que conformen racons de plena connexió amb la fotògrafa.