No hace mucho que han lanzado su edición First Flush (una primera tirada, para entendernos) de la primera película en color a la que han llamado PX 70 Color Shade.
He tenido ocasión de probarla y, de nuevo, creo que todavía queda mucho camino por recorrer. Mi primera impresión fue bastante mala (porque las fotos inicialmente presentaban una serie de motas y marcas), pero con los días la imagen final mejora hasta obtener su aspecto definitivo.
¿Colores? Los hay, sí, aunque si se compara con la película 600 de Polaroid, es como si le hubiesen aplicado unos cuantos filtros «a lo Lomo». Personalmente no me desagrada ya que se trata de tonos azulados-verdosos y me recuerdan a la SX70 original. La parte buena de lanzarse a probar esta primera edición es que han hecho una oferta 3×2 y te regalan un paquete. Por 40 euros te llevas 24 fotos, no está mal para darle una oportunidad… y recordemos que es manipulable, que no es poco para los fans de las posibilidades creativas.
Creo que no es un producto de gran consumo (ni quiere serlo), pero si tienes por ahí alguna cámara Polaroid escondida y te apetece darle nueva vida para probar algo diferente, no lo dudes. En la vida no todo son megapíxeles, y un poco de low-fi puede ser una buena fuente de inspiración.
]]>Y al mismo tiempo, leo (con casi un año de retraso) acerca de las películas Rollei Creative Edition. Una iniciativa que me ha parecido, cuanto menos, curiosa teniendo en cuenta que los grandes nombres del mundo de las películas analógicas van cerrando lentamente el grifo de su producción. La gama Creative Edition de Rollei comprende cuatro películas: Nightbird, Blackbird, Redbird y Crossbird. Están pensadas para obtener resultados muy concretos y fuera de lo común. Así, Redbird ofrece tonos eminentemente rojizos con grandes variaciones de tonalidad según la velocidad de exposición. Por su parte, Crossbird ha sido creada específicamente para el proceso cruzado, con especial hincapié en la saturación de los tonos verdes.
Lo más bonito de la historia es que estas películas están disponibles en formato 135, 120 (5 €) y 127 (unos 9 €), de modo que se pueden utilizar con todo tipo de cámaras, desde las más desenfadadas tipo lomográficas hasta cámaras profesionales para apurar al máximo el control de los resultados. De hecho, el producto se ha lanzado también en formato de cámara desechable de un solo uso (10 €). Se pueden adquirir a través de MACO , aunque parece que ya han aterrizado también en tiendas especializadas en toycameras como Fourcornerstore, donde se venden junto a otras bellezas como la Digital Harinezumi.
]]>Pues bien, acaban de presentar el fruto de sus esfuerzos: una película en blanco y negro a la que han bautizado como PX100 Silver Shade, pensada para cámaras SX-70 (ISO 100).
Disponible desde su web a un precio de lanzamiento de 18 € por paquete, en una edición limitada bautizada como «First Flush», ya ha recibido todo tipo de críticas, positivas y negativas. Se pueden ver muchos ejemplos en Flickr. Lo cierto es que la película es muy sensible a la luz y los cambios de temperatura, y los resultados que se obtienen no son demasiado predecibles. Los que esperen encontrar en esta película un sustituto para sus «snapshots» o fotos casuales, posiblemente quedarán decepcionados. Pero los que estén dispuestos a experimentar y sacarle jugo, probablemente la disfrutarán.
Personalmente he podido probarla y debo admitir que no es fácil de domesticar, pero se presta a manipulaciones y su sensibilidad extrema permite obtener resultados muy diferentes en un mismo carrete.
Los que utilicen una cámara tipo 600 también tienen su «salvación»: la producción de película B/N para cámaras tipo 600 (PX600) se retrasará un poquito para dar respuesta a la gran demanda de película PX100, pero llegará en breve. Y, si todo va bien, en verano le seguirá una película en color.
]]>Para los que no sepan lo que es, son las primeras fotografías que se creaban directamente sobre una plancha con baño de plata. No había película, ni copias en papel: ¡la propia plancha era la foto!. La idea es que previamente la plancha se «sensibiliza» a la luz exponiéndola a ciertos químicos. La foto queda grabada en la superficie de la plancha pulida, y es extremadamente frágil, por lo que su conservación exige un gran cuidado.
Dado que el proceso, aunque aparatoso, es relativamente sencillo, se me ocurrió pensar si todavía existiría alguien que se dedicase a este antiguo arte, y así es: encontré un tutorial paso a paso, con fotos y vídeos, de cómo crear un daguerrotipo.
Si alguien se ha iniciado en el proceso y quiere compartir sus experiencias, seguro que seremos más de uno y más de dos encantados de escuchar. A mí me tienta la idea, pero no tengo espacio para experimentos de este calibre, ni sé por dónde empezar a buscar el material…
]]>¿Qué mejor motivo que este para reunirnos y vernos otra vez las caras? Fotógraf@s de Barcelona, ¡celebrémoslo!
¿Cuándo?
Sábado 22 de julio, a las 20.00 h.
¿Dónde?
Delante del Buenas Migas (C/ Bonsuccés, 6).
Para los tardones, cuando apriete el hambre, iremos a L’Hortet.
¿Cómo?
Creo que no hay ningún requisito… ni siquiera la cámara. Sólo las ganas y el hambre (bueno, si alguien quiere traer una pata de jamón para Ntfxs para agradecerle el esfuerzo… seguro que estará encantado).
A ver si conseguimos que vengan todos los que no pudieron la otra vez.
Si los que se apuntan van dejando su ok en los comentarios, los añadiremos a la lista… pero que conste que no hace falta estar en la lista para venir.
ASISTENTES:
Por cada par mensaje+foto donarán 10 dólares a Friends of the Global Fight. Casi no hay ni que mover ni un dedo, así que no tenéis excusa…
]]>Cerré la tercera parte promocionando el uso de Adobe RGB o sRGB según la finalidad a la que queramos destinar las fotografías, y advirtiendo que todas mis explicaciones presuponían que el lector utiliza el formato JPG para sus fotos. Sin embargo, como sabréis todos los que usáis una réflex digital, también es posible guardar las imágenes en formato RAW (o en RAW y JPG simultáneamente).
La ventaja obvia del formato RAW es que es un archivo con mucha más información. No sabría explicarlo resumidamente, pero me imagino un saco más lleno de ceros y unos. Si un archivo JPG utiliza tres canales de color (RGB) y para cada uno de ellos puede especificar 256 valores, un archivo RAW tiene más de 65.000 valores posibles por cada canal. Si hacemos cuentas… un archivo JPG de 8 bits puede representar 16,7 millones de colores, pero un archivo RAW, con sus 16 bits, puede representar más de 280 trillones de colores. Interesante, ¿verdad?
En realidad no es del todo cierto. La mayoría de chips de los sensores actuales no son capaces de capturar 16 bits, sino que capturan 12 o 14 bits. Pero aun así, sigue siendo mucha información. En cualquier caso, Photoshop ofrece dos modos de gestionar los archivos de imagen: el modo 8 bits y el modo 16 bits (menú Imagen –> Modo). El razonamiento subsiguiente es que podríamos abrir un archivo RAW en Photoshop aprovechando esos 16 bits de profundidad.
Cuando abrimos el archivo RAW en CameraRaw (Photoshop), podemos especificar la profundidad de color y el espacio de color deseado:
Y si volvemos al concepto de los espacios de color, recordaremos que Adobe RGB es más amplio que sRGB… y ahí es donde entra en juego el formato RAW. Podríamos abrir un archivo RAW aprovechando los 16 bits en el espacio de color Adobe RGB. El espacio «vacío» que quedaba entre tono y tono de color en un archivo JPG estará «relleno» de datos gracias a los 16 bits del archivo RAW. Dicho de otro modo, si queremos aprovechar la amplitud de Adobe RGB, vale la pena hacerlo con archivos de 16 bits, ya que nos darán un mayor margen de maniobra para editar las imágenes sin problemas de posterización ni bandas y para reproducir múltiples tonos y matices intermedios.
Si aplico el mismo ajuste de niveles a una imagen en JPG y después a su equivalente en RAW, el histograma del JPG nos muestra «cortes» de información perdida, mientras que el histograma del RAW sigue teniendo datos de sobra:
Sin embargo, ahí no termina todo: existe otro espacio de color del que no he hablado hasta ahora. Se llama ProPhoto, y es monstruoso. Es increíblemente amplio; tan amplio que abarca colores que el ojo humano no es capaz de ver. Esa es la mala noticia. La buena noticia es que es tan grande que abarca prácticamente todos los colores que el sensor de la cámara es capaz de captar. ¿Qué significa eso? Que si tenemos los medios para reproducir esos colores (principalmente en forma impresa), el uso de ProPhoto nos ofrece una paleta aún más extensa. Pero no sólo eso: nos garantiza un margen de maniobra aún mayor para manipular las imágenes. Ojo, también significa que los resultados pueden parecer horribles cuando se llegan a usar esos colores invisibles para el ojo humano (e irreproducibles por la mayoría de medios), por lo que es un espacio de color que hay que usar con cautela.
Recordemos que ProPhoto fue creado pensando en esos 16 bits de color, por lo que no tendría ningún sentido procesar una imagen JPG de 8 bits en el espacio de color ProPhoto -los «saltos» vacíos entre colores serían tan evidentes que la imagen rápidamente quedaría llena de bandas y efectos de posterización. Hoy en día, el uso de ProPhoto puede parecer como llevar una prenda dos tallas grande, ya que las gamas de color que pueden reproducir los medios a nuestro alcance son relativamente reducidas. Sin embargo, eso no significa que en el futuro la tecnología no avance lo suficiente como para poder reproducir todos esos colores en pantalla o en forma impresa.
En cualquier caso, lo interesante de disparar en formato RAW es que la información está ahí, pero no tenemos por qué usarla si no queremos. Cuando abrimos el archivo RAW podemos elegir si queremos hacerlo en modo 8 bits o 16 bits, con sRGB, Adobe RGB o ProPhoto (por eso decía en el primer capítulo que es irrelevante la selección de un espacio de color en la cámara si usamos archivos RAW; el perfil elegido solamente se incrustará en los archivos JPG).
Una vez dicho todo esto, debo recordar que si tu objetivo es publicar las fotos en Internet, tal como están las cosas tendrás que terminar aterrizando en sRGB. No importa si disparas JPG o RAW, o si editas tus fotos en Adobe RGB. Para publicarlas en la red hay que limitarse al mínimo común denominador, que por ahora es sRGB (recuerda, en Photoshop, el último paso es Editar –> Convertir a perfil).
La otra mala noticia es que los monitores actuales son bastante limitados en lo que se refiere a gama de colores reproducibles. Como ya dije el otro día, la gran mayoría apenas cubre el espectro de sRGB. En el mejor de los casos, pueden cubrir todo el espectro de Adobe RGB, pero estamos hablando de monitores muy caros (sobre los 6.000 euros). Me imagino que la tecnología irá evolucionando, pero no puedo dejar de preguntarme entonces qué sentido tiene trabajar con tantos bits de información y espacios de color tan maravillosamente amplios si el dispositivo que usamos como interfaz, el monitor, no puede estar a la altura. ¿Cómo puede ser que tengamos que ir a ciegas con el aparato que se supone es nuestros ojos para presentar la información digital? Naturalmente, que el monitor no pueda reproducir un determinado color no significa que esa información no esté ahí (y con ello volvemos sobre la paradoja de estar realmente viendo lo que creemos ver); si está bien ajustado y calibrado, el monitor siempre hará lo posible por mostrar el color más parecido a aquel que no puede representar.
En definitiva, mi conclusión en materia de gestión de color es que no es una ciencia exacta. Por mucho que intentemos tener bajo control las distintas representaciones del color de una imagen, éstas siempre variarán -en mayor o menor medida- en función del dispositivo de salida (monitor, impresora). Pero no por ello el tema es menos interesante. Si queréis más información, sólo tenéis que buscar las palabras mágicas en Google -seguro que encontraréis a otra gente que lo entiende y lo sabe explicar mucho mejor que yo.
]]>Supongamos que tengo una cámara réflex y guardo mis imágenes en formato JPG con el espacio de color Adobe RGB. Voy a Photoshop (en el que he configurado Adobe RGB como espacio de trabajo) y abro una imagen. La edito y la dejo a mi gusto aprovechando la amplitud de la gama de Adobe RGB. Soy feliz. Bien. Voy a publicarla en mi fotolog, y para ello uso el comando Archivo –> Guardar para Web. ¡Horror! Resulta que ese verde tan fantástico y saturado de las hojas de los árboles ha quedado apagado y feo. Cuando quiero guardar para Web desde Photoshop, parece que los colores de las imágenes cambian. ¿Por qué?
Porque resulta que Photoshop es un programa muy listo, consciente del color (color aware), mientras que Windows, y por extensión los navegadores, son muy tontos y no son conscientes del color. Dicho de otro modo: Photoshop es capaz de interpretar los valores de color de cada foto según su perfil de color incrustado -esa «chuleta» de la que hablé anteriormente. Photoshop abre una imagen, mira su perfil de color y dice: «bien, esta imagen está en el espacio de color Adobe RGB», y nos muestra los colores que realmente tiene. Sin embargo, un navegador (no importa si es Explorer, Firefox u Opera) no tiene esa capacidad.
Ergo mi fantástica imagen en Adobe RGB no será interpretada por el navegador de ninguna forma: se mostrará en el espacio de color propio del monitor. Dado que la misma combinación numérica de rojo, verde y azul equivale a dos tonos de color distintos en Adobe RGB y en el espacio de color del monitor, los colores que vemos en pantalla no serán los mismos. La consecuencia es que si guardamos una imagen Adobe RGB tal cual, y la publicamos en Internet, quedará con unos colores apagados -cuando en realidad sus colores son mucho más vivos. Los valores numéricos subyacentes de la imagen son los correctos para Adobe RGB, pero el intérprete (el navegador) que la muestra no sabe hablar ese idioma.
La única excepción a esta regla es Safari para Mac, un navegador color-aware que interpreta correctamente los perfiles incrustados en las imágenes. Existe una versión beta de Safari para Windows que también gestiona correctamente perfiles ICC.
Solución: muy sencillo. Antes de guardar la imagen para Web, hay un último paso necesario. Debemos convertir el perfil de la imagen a sRGB. Desde Photoshop CS2, vamos a Editar –> Convertir a perfil y seleccionamos como perfil de destino sRGB. Como rendering intent suele utilizarse el relativo colorimétrico.
En realidad, lo que hace esta opción es cambiar los datos de la imagen a fin de que tenga el aspecto más similar posible en el espacio de destino al que tenía en el espacio de color de origen.
sRGB es realmente una especie de mínimo-mínimo común denominador, que permite que -más o menos- nuestras imágenes se vean igual en cualquier navegador y en cualquier monitor, aunque no estemos dentro de un software «consciente del color». ¿Por qué? Porque (atención, esta es buena) resulta que los espacios de color de los monitores suelen ser muy similares al espacio de color sRGB. sRGB abarca grosso modo la misma gama de colores que pueden representar la mayoría de monitores, por lo que compartir imágenes en la Web en sRGB viene a ser una apuesta segura.
Entonces, para publicar imágenes en Internet no parece tener mucho sentido usar Adobe RGB, ya que de todos modos, al final del proceso, tendremos que convertir los datos a sRGB. A priori, pues, puede parecer mucho más cómodo trabajar siempre en sRGB, desde la propia cámara, pasando por Photoshop y hasta el navegador.
Sin embargo, esta afirmación tampoco es del todo cierta. Sabemos que Adobe RGB es un espacio más amplio (aunque no tenga más colores), por lo que si guardamos las imágenes de la cámara en Adobe RGB siempre partiremos de un «negativo» con más gama de colores posibles. El sensor de la cámara puede captar una gama amplísima de colores, y no parece muy lógico pedirle que tire la mitad de información a la basura. Siempre estamos a tiempo de reducir esa gama en el último momento para publicar la foto en Internet, mientras que no es posible realizar la conversión a la inversa. Si la imagen de partida es sRGB, nunca podrá abarcar esos colores de más que ofrece Adobe RGB, aunque convirtamos su perfil a posteriori, porque esa información no existe en el archivo de partida. Como dice un dicho catalán: «d’on no n’hi ha, no en raja«. Es decir, si partimos de una imagen sRGB, nos estamos limitando desde el principio… ¿pero para qué nos servirá Adobe RGB si en Internet nunca podremos usarlo?
Recordemos que se pueden hacer otras cosas con las fotos además de publicarlas en Internet. ¿O es que ya nadie piensa en las copias? Podemos imprimir nuestras fotos en nuestra impresora casera. Y la buena noticia es que la mayoría de impresoras de inyección de tinta SÍ pueden representar una gama de colores más amplia que sRGB. En ese caso, si partimos de una imagen en Adobe RGB, en la copia impresa podremos reproducir una gama de colores más intensos, más vivos y más saturados de los que nunca veremos en pantalla. Conclusión: si quieres imprimir tus fotos con una impresora doméstica, es más recomendable utilizar Adobe RGB. [La gestión de color para la impresión es otro tema aparte, del que también puedo hablar si alguien está interesado].
Ahora bien, hay un pero: a raíz del boom de la fotografía digital, la mayoría de laboratorios fotográficos trabajan única y exclusivamente con imágenes sRGB. Si vas a llevar tus fotos al Corte Inglés, a Fotoprix o al Carrefour… mejor usa sRGB. La excepción son las grandes imprentas offset u otros sistemas de reproducción, que sí trabajan con Adobe RGB -o CMYK.
Conclusión resumida:
Para todas estas explicaciones parto de la premisa de que estarás trabajando con archivos JPG directamente sacados de la cámara; es decir, estarás manejando archivos de 8 bits, con un máximo de 16.7 millones de colores. Pero el uso de Adobe RGB como espacio de trabajo presenta otra ventaja cuando lo combinamos con un gran invento: el formato RAW. Aunque el espacio de color Adobe RGB no nos ofrezca más colores que sRGB, el formato RAW sí que nos ofrece más colores: tendremos 16 bits en lugar de 8 bits de información, por lo que se rellenarán esos «saltos» de un color a otro en ese espacio más amplio de Adobe RGB. Pero de eso me ocuparé en el próximo capítulo…
]]>Veámoslos de mayor a menor: todos nuestros aparatejos electrónicos (el escáner, el ordenador, la cámara…) se basan en el conocido sistema de combinar valores de rojo, verde y azul (red, green y blue, de ahí RGB) para crear todo el espectro de colores posibles. Es decir, todos hablan un mismo idioma: se basan en el modelo de color RGB. Ahora bien, cada uno tiene su propio espacio de color. Un espacio de color es una instancia del modelo de color que define los colores concretos que obtendremos por cada combinación numérica de rojo, verde y azul; asigna a cada color concreto un valor concreto, por ejemplo: R:255 G:255 B:0 es amarillo. Un perfil de color viene a ser como una «chuleta» que el ordenador utiliza para interpretar cada espacio de color (obviaré la forma en que lo hace porque ni yo acabo de entenderlo).
Lo interesante de los espacios de color es que cada dispositivo tiene el suyo propio. Así, cada monitor tiene un espacio de color único, lo mismo que cada escáner o cada impresora. Perfilar el monitor, pues, no es otra cosa que crear una chuleta que le dice al ordenador lo que necesita saber sobre el espacio de color del monitor en cuestión. Todos los perfiles se crean conforme a una especificación del International Color Consortium o ICC -de ahí que se les conozca como perfiles ICC. Sin embargo, existen otros espacios de color que son independientes del dispositivo, y probablemente los dos más conocidos son Adobe RGB y sRGB. Estos espacios independientes de dispositivo se utilizan a modo de mínimo común denominador para que todos podamos ver lo mismo. Me explico: dado que mi monitor y tu monitor tienen espacios de color diferentes, veríamos la misma imagen de forma distinta. Sin embargo, si la imagen tiene asociado un perfil de color basado en un espacio de color «universal» (como sRGB o RGB), aunque ambos veamos la misma imagen a través de dispositivos distintos, los valores del color se interpretarán igual.
Cualquier archivo JPG que utilice como espacio de color Adobe RGB o sRGB se basa en el modo de 8 bits, por el que cada tono de color se define mediante un valor comprendido entre 0 y 255 para el rojo, otro para el verde, y otro para el azul. Al multiplicarlos por cada canal (256 x 256 x 256) se obtienen 16.7 millones de colores posibles. Dicho de otro modo: tanto Adobe RGB como sRGB permiten representar 16.7 millones de colores; ni uno más, ni uno menos. Los valores numéricos que utilizan para representar los colores son exactamente los mismos. Y bien, ¿qué diferencia hay entre ambos? Pues que uno es más amplio que el otro: RGB es más amplio que sRGB. Es un concepto que a primera vista me costó comprender, pero creo que no hay otra forma de decirlo. Y para muestra, un botón:
La «masa» de color más pequeña es el espacio de color sRGB, mientras que la masa gris que la envuelve es el espacio de color Adobe RGB 98.
Sin embargo, y esto es importante, hay que recordar que aunque Adobe RGB es más amplio, no tiene más colores que sRGB. Ambos espacios pueden representar 16.7 millones de colores, sólo que Adobe RGB puede representar una gama más amplia de verdes, azules o rojos. Ergo el espacio entre cada tono de color es mayor en RGB que sRGB, por lo que hay «saltos» más grandes de un tono a otro. Supongamos que sRGB pueda representar 6 tonos diferentes de naranja. Adobe RGB sólo podrá representar 3 tonos de naranja, pero a cambio llegará a 3 tonos de rojo que no existen en sRGB. Si volvemos a la explicación numérica, quizás resulte más sencillo de entender: la misma combinación numérica equivaldrá a un color diferente en RGB o sRGB.
Por ese motivo, porque RGB abarca una gama más amplia de colores (y en consecuencia ofrece un mayor margen de maniobra a la hora de editar las imágenes), se suele recomendar utilizar Adobe RGB como espacio de trabajo en Photoshop. Para hacerlo, deberemos acceder a Edit –> Color Settings:
Pero atención, de nada nos sirve usar Adobe RGB como espacio de trabajo en Photoshop si las imágenes que saca nuestra cámara no usan el mismo espacio de color. Todos aquellos que usamos una réflex digital tenemos la posibilidad de determinar en la propia cámara el espacio de color que queremos asignar a las imágenes que disparamos. La mayoría de modelos ofrecen una opción de menú para especificar el espacio de color, aunque únicamente afecta a las imágenes en formato JPG.
Esto es importante, ya que al disparar en RAW no es relevante la selección del espacio de color en la cámara. Dado que RAW es el formato «crudo» de la cámara, podemos asignar libremente el espacio de color al abrir el archivo en el programa conversor de RAW. Volveré sobre esto en un futuro capítulo…
Recapitulemos los aspectos prácticos:
La consecuencia negativa de la amplitud del espacio Adobe RGB (siempre que nos mantengamos en el terreno de los archivos JPG de 8 bits) es que, si aplicamos cambios fuertes a una imagen Adobe RGB al editarla, es posible que aparezcan problemas de bandas o posterización (porque Adobe RGB no puede representar tantos tonos intermedios como sRGB). Por su parte, dado que el espacio sRGB está más comprimido, ofrece una mayor gama de matices dentro de su limitación. Entonces, ¿cuál es mejor? ¿sRGB o Adobe RGB? ¿Qué consecuencias tiene el uso de uno u otro para publicar imágenes en Internet o para imprimir copias? La respuesta, en una próxima entrega.
]]>Vaya por delante que me he pasado horas leyendo sobre el tema, y cuanto más sé, menos lo entiendo. Así que mi propósito es intentar ofrecer cuatro pinceladas teóricas (esperando no decir ninguna burrada), pero ante todo, ofrecer algunos consejos prácticos. Resumiendo, os recomiendo que hagáis lo que yo: no intentéis entenderlo, basta con creerlo y punto.
Y dicho esto, pasemos al tema de hoy: el de la calibración y el perfilado del monitor.
Antes de ni siquiera intentar esbozar ningún concepto sobre espacios de color o rendering intents, es primordial que cumplamos un paso previo: el monitor tiene que estar mínimamente en condiciones, para estar seguros de que estamos viendo lo que creemos ver. Si el monitor no está calibrado y perfilado, es posible que el día que veamos una foto en otro monitor que no sea el nuestro quedemos horrorizados: esa foto en blanco y negro que nos parecía muy contrastada resulta ser gris y apagada. O, lo que es peor, un rojo que creíamos profundo carmesí resulta ser rosa.
Un monitor, tal como viene de fábrica, está ajustado para reproducir los colores de la forma más fiel posible -aunque nunca lo hace a la perfección. Además, con el tiempo va «perdiendo facultades», y puede desviarse mucho de los ajustes originales.
Imaginemos que la imagen que nos muestra nuestro monitor tiende hacia el verde; pero no lo veremos, porque el monitor está mal calibrado. A nosotros nos puede parecer que los tonos verdes están más bien apagados. Para darle más vida a la imagen, ajustaremos el color de la misma para que el verde sea más intenso, hasta que en nuestro monitor nos parezca perfecto. Sin embargo, cuando enviemos esa misma imagen a un compañero que tenga un monitor bien calibrado, ese fantástico verde le parecerá horrendamente hipersaturado. El motivo es que los errores en la calibración de nuestro monitor enmascaran los verdaderos problemas de color de la imagen.
Para salir de la ignorancia, deberemos calibrar y perfilar el monitor.
Para realizar una calibración sencilla del monitor se puede recurrir a pequeñas utilidades como esta. Sin embargo, con eso no es suficiente. Si lo que queremos es contrarrestar esa pérdida de facultades y estar seguros de que el color que vemos es el color real, debemos crear un perfil para ese dispositivo que le indique al ordenador las capacidades del monitor.
Existen varios packs en el mercado de colorímetros sencillos, cuyo precio ronda los 200 euros. Más información en las webs de los fabricantes respectivos: Gretag MacBeth, X-Rite.
Otra solución a medio camino es usar Adobe Gamma, que viene con Photoshop. Es una pequeña aplicación que hace las veces de calibrador, aunque sin un colorímetro -su funcionamiento se basa en el «ojo» del usuario. Más información sobre Adobe Gamma en español aquí.
Cuando hayamos creado un perfil para el monitor, podremos estar seguros de que si vemos un rojo carmesí, será rojo carmesí; tendremos unas flamantes gafas invisibles que nos garantizan que el monitor nos está enseñando el color que dice enseñarnos. Moraleja: si quieres adentrarte en la gestión de color para poder imprimir fotos o publicarlas en la Web con unas mínimas garantías sin tener que ir a ciegas, calibra y perfila tu monitor. Sólo entonces podrás pisar tierra firme cuando hablemos de sRGB, RGB, ProPhoto o RAW.
Este principio de los perfiles también es aplicable a otros dispositivos de entrada y salida, como los escáners o impresoras. De hecho, la mayoría de estos dispositivos suelen incluir perfiles de color, que pueden simplificar mucho la interacción entre ellos. Si tenemos el monitor perfilado, el hecho de contar también con los perfiles de distintos papeles para una impresora doméstica, por ejemplo, nos puede ayudar a emular en pantalla el resultado impreso utilizando un software color aware («consciente del color»), como es el caso de Photoshop. Pero me temo que eso es otro capítulo…
]]>Es un factor que cualquiera que se plantee cambiar su compacta digital por una réflex debería tener en cuenta: pasadas unas semanas, o unos pocos meses, las imágenes se llenan de motitas negras, que no son otra cosa que motas de polvo que se ha colocado sobre el sensor de la cámara. Es lógico, ya que las cámaras réflex usan objetivos intercambiables y el sensor, más o menos resguardado por el espejo, está expuesto al aire.
Pero vayamos al grano, que es lo que interesa: a no ser que uno opte por una cámara de la casa Olympus (que parece haber solucionado el tema con su Supersonic Wave Filter), principalmente hay dos métodos posibles para limpiarlo. Uno es el conocido como método «húmedo» o Copperhill method, para el que se utiliza un aplicador y un líquido limpiador, y el otro es el método «seco», utilizando un pincel con una pequeña carga estática. Ambos están muy bien documentados (véase esta página con amplia información sobre todos los métodos de limpieza disponibles) y cada uno tiene sus pros y sus contras.
Si tenéis una mínima idea de inglés, os recomiendo que leáis la información de cualquiera de estos vínculos porque puede ser muy explicativa. Por mi parte, después de leer este artículo, coincido con el autor en que una combinación de ambos métodos puede acercarse a la solución ideal. El método seco es muy efectivo para motas de polvo normales; es limpio, rápido y no hay que ejercer ninguna presión sobre el sensor -pero siempre se utiliza el mismo cepillo. A su vez, el método húmedo, al usar un líquido (suele ser Eclipse) permite «barrer» la suciedad más difícil, motas de polen o manchas de grasa; aunque para usar el aplicador es necesario ejercer cierta presión sobre el sensor, y siempre está el peligro de verter demasiado líquido. De los dos, el del pincel es el que me parece más «tranquilizador», pero en ningún caso me ahorro un pequeño ataque de taquicardia cuando tengo que ponerme manos a la obra.
¿Y los demás, qué opináis? Os animo a hablar en los comentarios sobre el método que usa cada uno para mantener su sensor como los chorros del oro (siempre quise decir esto). Y si tenéis algún truco… ¡que rule!
]]>Abierto a todo aquel que quiera apuntarse, con la única condición de que hay que traer una cámara:
El orden del día es: darse un paseo por la playa, hacer muchas fotos, conocerse y tomarse algo fresquito al sol, y hablar de pequeños y grandes proyectos.
Además, para los que quieran apuntarse, ese mismo día a las 18.30 h se celebra la Red Bull Air Race en la platja de Bogatell. La buena noticia es que a partir de las 15.00 h se puede ir a «husmear» (léase fotografiar).
Se aceptan propuestas y comentarios…
ASISTENTES:
Las fotos las podeis ver aquí
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